martes, 15 de abril de 2008

Curando adicciones con ayahuasca

La comunidad de Takiwasi en Tarapoto, Perú, ha sorprendido al mundo por su planteamiento poco convencional de curar adicciones con la ayuda de la ayahuasca. En plena selva amazónica trabaja un singular equipo de psicólogos académicos y chamanes que enseñan al adicto a valorar la dimensión sagrada de las plantas de poder y a recobrar el respeto por la naturaleza y por su propio cuerpo.

Este centro ha llamado la atención de muchas personas por ser una ejemplo vivo y funcional de la síntesis de la medicina moderna con la medicina tradicional. Jaques Mabit, un médico de origen francés y José Campos, un chamán de la zona, son los iniciadores de Takiwasi. Su propuesta es clara y valiente: "que el paciente toxicómano entre en el mundo de las plantas sagradas con la actitud de llegar a un encuentro con el espíritu, sin quedarse en una mera toxicomanía de experiencias variadas que no logran conectar con lo que en realidad cura y otorga sabiduría; eso que algunos llaman Dios".
Mabit llegó a Perú hace 18 años para trabajar en un convenio franco-peruano dirigiendo un pequeño hospital. Allí colaboró con curanderos que le decían que los espíritus les enseñaban a través de la ayahuasca, de las dietas y de los retiros. Le aseguraban que no entendería nada si no la tomaba, ya que ellos sólo podían prepararle la ayahuasca pero el trabajo lo tenía que hacer él, ya que la planta le enseñaría directamente. Mabit dice haberla probado con entrega y cautela: "tomar ayahuasca fue una revelación para mí porque se desgarró el velo y vi que sí había otra realidad, y una posibilidad de acceder y comunicarse con esa otra dimensión." Asegura también que en determinado momento "la voz, el espíritu", le dijo que su camino era trabajar con adictos toxicómanos y tres años más tarde, en otra sesión de ayahuasca realizada en 1989, le llegó la confirmación de que ese era el momento. Poco después conoció a José Campos y comenzaron a trabajar en equipo.
En la actualidad trabajan principalmente con oriundos de la zona afectados por la cocaína y algunos extranjeros, como la mayoría son personas de bajos recursos la mayoría no pagan. Takiwasi recibe algunas donaciones y subvenciones de organismos internacionales para el mantenimiento de cada paciente que les cuesta alrededor de 500 dólares mensuales. También publican una revista (Takiwasi) e investigan sobre el uso de las plantas tradicionales de la región.
Para el Dr. Mabit, "un toxicómano es una persona que busca, de forma inconsciente, su propia iniciación en el mundo espiritual; pero lo hace sin guía y en malas condiciones, por lo que en lugar de liberarse, acaba en el infierno".

La persona que se somete a un tratamiento en Takiwasi trabaja con sus sueños analizando el material onírico en dinámicas de grupo y tiene entrevistas personales de psicoterapia clásica, además de las actividades propias de la comunidad terapéutica que son trabajo, ergoterapia y deporte. Este proceso se complementa con los retiros en la selva llamados "dietas", que además de una dieta alimenticia libre de sal e ingiriendo "ciertas plantas que permiten reconectar con el mundo emocional", conlleva el aislamiento de todo lo que pueda resultar perturbador durante la experiencia con ayahuasca. En palabras de Mabit: "El adicto estará solo con la Naturaleza, con el único cuidado de uno de nosotros, que nos situamos a unos doscientos metros. Hay una total soledad; y ahí surge un trabajo de confrontación con uno mismo, de introspección espontánea. En la selva todo recobra un sentido. El adicto se hace conciente de que más allá de lo que ve hay un orden y de que no puede hacer lo que quiere y cuando quiere, porque eso no es la libertad".
La dieta supone ocho días de aislamiento total para luego volver al centro, donde permanece quince días más con control sobre ciertos alimentos o cosas que no puede hacer. Después continúa con la terapia y a los dos meses hay otra dieta. En el esquema terapéutico primero se trabaja con el cuerpo a través de la depuración física; luego se trabaja la vida familiar, las emociones, la afectividad, la seguridad; y en la tercera etapa se aborda la parte espiritual. La evaluación se hace de tres formas: una la realiza el propio paciente a través de sus visiones o sueños; otra la realiza el quipo terapéutico bajo la guía de la ayahuasca y a través del trabajo ortodoxo de diagnóstico clínico físico y psicológico.
Manuel Almendro, un psicólogo transpersonal que entrevistó al Dr. Mabit en Tarapoto cuenta: "Cuando uno está en Takiwasi y participa de su comunión, se penetra en los caminos de la sabiduría perenne. La vieja alquimia, los procesos chamánicos, las enseñanzas orientales y cristianas parecen unificarse en este lugar que constituye un arquetipo del proceso para salir de la pecera".
A propósito de la psicología transpersonal, el mismo Mabit asegura que ésta es una de las herramientas más útiles para revisar los instrumentos conceptuales que se utilizan tanto en la medicina académica como en las ciencias sociales para comprender las medicinas tradicionales: "Las nociones de bio-energía, el cerebro holográfico de Karl Pribam, los campos morfogenéticos de Rupert Sheldrake y la psicología traspersonal, por ejemplo, pueden constituir pistas a explorar para profundizar un campo que nos queda ampliamente desconocido."

En el ensayo "El cuerpo como instrumento de iniciación shamánica", el Dr. Mabit relata sus experiencias iniciáticas en la cosmovisión andina y confiesa que "para un médico formado en una universidad francesa, educado en un medio formal, racionalista, positivista, el acceso a un nuevo pensamiento exige una gimnasia mental muy exigente".
Pues se nos enseña que lo mental tiene que ver con el cerebro o el sistema nervioso y en base a ello ha estructurado especialidades como la psiquiatría, la psicología, la psico-farmacología, etc. En cambio, el chamán nunca se refiere a esta dualidad de cuerpo y mente sino que "evoca únicamente el cuerpo, como receptáculo a la vez de la materialidad como de la psique" y agrega una tercera dimensión, la del espíritu, que trasciende a ambas y constituye la esencia del ser humano. El espíritu está encarnado, preexiste al ser humano y no depende definitivamente de él, "es inmaterial, inalterable, trascendental y por lo tanto permanece cuando desaparecen cuerpo y mente... no tiene localización en el espacio-tiempo de Euclides, pertenece al tiempo-espacio mítico caracterizado por su infinidad, su eternidad que en otros términos diríamos como a-temporal, carente de la noción de distancia y de duración."
Dentro de esta cosmovisión, el individuo tiene por única posesión, durante su vida terrestre, su propio cuerpo y éste "constituye la materia prima que permite acceder a la plena conciencia, al espíritu realizado e iluminado si es que se utiliza en forma correcta". Es por ello que los chamanes con quienes Mabit trabajó le dan mucha importancia a la limpieza y funcionamiento óptimo del cuerpo, pues las "energías perturbadas" provocan disturbios a la vez físicos y mentales. Le asombra que para ellos un disturbio mental requiera en primer lugar de un cuidado físico: "Nos encontramos al punto exactamente opuesto a las técnicas convencionales de psicoterapia que se mantienen generalmente a distancia del cuerpo (control de la transferencia y contra-transferencia) y se focalizan en la mente, el discurso del paciente, el logos, la palabra, el verbo." Bajo este enfoque comprende también las restricciones relacionadas con la utilización de las plantas sagradas en el contexto chamánico.

La toma de Ayahuasca para fines curativos o iniciáticos supone una serie de reglas muy estrictas, períodos de aislamiento en la selva, ayunos, dietas, evitamiento del sol, de la lluvia, del contacto con el fuego, la abstinencia sexual, el evitamiento de olores fuertes, dieta sin sal... Todos esos métodos no son meramente simbólicos, no constituyen una manera metafórica de concebir la vida, una simbología con alcances culturales... sino expresan un conocimiento sumamente fino y elaborado del manejo del cuerpo, un conocimiento también de los riesgos, de los peligros de la intoxicación descontrolada para la cual existe todo un cuerpo de técnicas preventivas y de emergencia.

Dice Mabit que la ingestión de la ayahuasca induce "nuevos estados mentales sin pérdida de la consciencia, sin desubicación en el espacio-tiempo, sin desvanecimiento de la identidad de sí mismo, sino más bien una amplificación de esa, una superación del ego freudiano al gran EGO impersonal (ELLO) en el cual el mundo mítico presenta cualidades siempre ambivalentes (y no ambiguas)"; restableciendo así la continuidad con el macrocosmos. Y es entonces cuando uno puede "comunicarse con las 'energías, fuerzas, espíritus, genios o ángeles' que animan la naturaleza, las plantas, los animales y el mundo calificado en forma abusiva de inanimado".
En opinión de este médico-chamán, "los sueños y las visiones inducidos por el ayahuasca son representaciones de la realidad profunda que tienen un carácter pedagógico para quién sabe manejarlas", y sólo son accesibles con el enfoque del cerebro derecho, pues la interpretación racionalista del cerebro izquierdo los reduce a conceptos folklóricos o simplemente poéticos que a final de cuentas "son traducidos como un conocimiento vano, inútil e ineficaz".

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